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Aquel Bar Covelero

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Aquel Bar Covelero

Recuerdos Cordobeses [1]

A principios del ano 1937, en plena Guerra Civil espanola, en nuestra querida Cordoba, se inauguro un pequeno bar en uno de los locales de la casa nº 2 de la plaza de las Tendillas, exactamente el que hace esquina con la calle Duque de Hornachuelos. Su propietario era Antonio Redondo, dedicado al negocio de aceites, natural del bonito pueblo de Pozoblanco. El bar era atendido por un dinamico chaval y por el cunado del dueno. Se decia que para ponerle el nombre al bar, Redondo se habia inspirado en el titulo de un popular pasodoble en aquellos anos titulado, «Mi barco velero» que a pesar de las circunstancias por las que atravesaba Espana, se oia en la radio y la gente canturreaba.

El Bar Covelero pronto fue lugar de reunion de la buena gente del Valle de Los Pedroches o de los tarugos como carinosamente se les llama. Acudia un buen grupo; unos porque les habia pillado en Cordoba el inicio del Movimiento Nacional, y otros porque eran evadidos. Al mediodia, se podia decir que toda la clientela era pozoalbense, salvo alguno que no lo fuera, aunque las dimensiones del local no daba para mas. Alli se escuchaban apellidos tan de la tierra como Tirado, Cardador, Calero, Cabrera, etc. A proposito ¡que buen chocolate el Hipolito Cabrera! El de las meriendas de nuestra infancia; ignoro si se sigue fabricando. Se hablaba, cosa logica, de la marcha de la guerra, de problemas familiares, de los paisanos, se evocaba a la Virgen de Luna, se prestaban ayuda, todo en un ambiente de verdadera camaraderia ante los momentos dificiles de aquellos tiempos. La plaza de Jose Antonio (hoy Tendillas) era un feria: vehiculos, sobre todo camiones, estacionados por doquier, militares, muchos militares, de distintas armas y nacionalidades, espanoles, marroquies, italianos, alemanes, etcetera y los calaveras, que eran unos soldados especialistas destacados en la Base de Carros de Combate de Las Quemadas: Estos llegaban por las tardes en grandes camiones que aparcaban muy cerca del Bar Covelero. Les llamaban asi por llevar sobre su pecho un emblema compuesto por un craneo con dos tibias cruzadas, vestian de mono azul y boina negra, era gente alegre y divertida.

Los bares de la plaza, siempre abarrotados, eran: Bar Covelero, La Malaguena, con sus raciones de pescado frito, Gran Bar, Bar Ariza, Bar Correo, Taberna de Cerrillo, La Perla, Cerveceria Ramos, Cerveceria La Cruz del Campo y Casino La Pena. A pesar del ambiente aparentemente festivo, en los frentes, luchaban hermanos contra hermanos, ¡una pena! Habia un kiosco de prensa situado, frente a la farmacia de la esquina de la calle Gondomar, propiedad de Andres Gracia Ruiz (padre) auxiliado por su hijo Antonio que estaba hecho un chaval; distribuian la prensa local que creo eran, Azul, Diario de Cordoba, El Defensor de Cordoba... y el periodico sevillano La Union, entre los vendedores ambulantes de prensa, que salian corriendo voceando los titulares.

De vez en cuando, la plaza se quedaba desierta -salvo algunos valientes- y era, cuando sonaba la tan temida Sirena, que estaba colocada entre los edificios de la Telefonica y El Fenix, su largo sonido anunciaba la llegada de aviones enemigos para bombardear la ciudad, las campanas de las parroquias y conventos al oirla, comenzaban a repicar alarma, mientras, la poblacion civil salia en busca de refugios; otros se quedaban en sus casas, buscando los sitios mas seguros (según la mentalidad de aquellos tiempos) que era debajo de las camas, en los huecos de la escalera, sotanos, parapetos con sacos terreros; mientras las mujeres asustadas se encomendaban a todos los santos.

Hubo un avion, que le dio por venir todas las mananas a las ocho a bombardear. La gente de nuestra tierra, tan dada a poner motes y hacer chistes, sea cual fuere la situacion, lo bautizaron con el nombre de «El tio de las tortas», basandose en que a esa misma hora, habia unos vendedores ambulantes que recorrian nuestras calles pregonando al grito ¡Hay tortas calientes!, producto, que las vecinas compraban para desayunar a precio de diez y quince centimos.

Todos los cristales de ventanas y puertas de Cordoba tenian un aspa de papel engomado, para evitar su rotura con las explosiones. Las luces del alumbrado público tenian poco voltaje y unas tulipas para impedir el resplandor.

Antes de terminar la guerra, el Bar Covelero, fue traspasado a un senor de Hinojosa del Duque, llamado Fabian Monje Plas; y este, mas tarde, tambien lo dejo, y el nuevo propietario le cambio el nombre por el de Capitol. Luego, en ese local se establecio un estudio fotografico y actualmente hay una tienda (ya ampliado el local) de bordados. El tantas veces mencionado Bar Covelero linda aún hoy, con la tienda de Francisco Mas y con la peluqueria del buen profesional Maestro Chumilla. Traigo esta narracion, para conocimiento de los jovenes pozoalbenses que esto lean, como recuerdo de aquel grupo de tarugos, muchos de los protagonistas, ya no estaran entre nosotros.

El pasodoble comenzaba asi: «Yo tengo un barco velero, en el muelle de Almeria...», cancion entre otras, que cantaban los soldados cuando se dirigian a los frentes de combate.

Referencias

  1. . Jose Rafael Solis Tapia en Cordoba en Mayo


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